La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas crónicas más comunes, afecta a cerca de 50 millones de personas en todo el mundo y cada año se diagnostican alrededor de dos millones de nuevos casos.
En España, 400.000 personas conviven con la epilepsia y, anualmente, se diagnostican 20.000 nuevos pacientes en nuestro país.
Los especialistas han descrito más de 30 tipos de crisis epilépticas. Aunque las más conocidas son las convulsivas, éstas pueden manifestarse de formas muy diferentes desde la desconexión del entorno, a sensaciones gástricas, alteraciones visuales o auditivas pasajeras.
El índice de mortalidad de pacientes con epilepsia en los países desarrollados es entre dos y tres veces mayor que en el resto de la población mundial.
Entre un 60% y un 90% de los epilépticos no reciben el tratamiento correcto debido a la falta de recursos y al estigma social de esta enfermedad.
Entre el 30% y el 40% de las personas con epilepsia requieren un tratamiento combinado con varios fármacos antiepilépticos para lograr un adecuado control de sus crisis.
Los distintos fármacos antiepilépticos hacen que remita el riesgo de crisis en el 70% de los pacientes, con lo que están capacitados para emprender cualquier actividad pese a que el índice de paro de estas personas casi triplica el del resto de la poblacion.
Un alto porcentaje de niños y adolescentes con epilepsia reaccionan de forma positiva ante el tratamiento antiepiléptico, por lo que no sufren ninguna alteración cognitiva ni de comportamiento que le imposibilite continuar con la escolarización general.
Muchas personas padecen una crisis epiléptica aislada a lo largo de su vida. Sin embargo, no se considera epilepsia hasta que no se produzca una segunda crisis.
El aura es una sensación positiva o negativa que muchos pacientes sienten ante el inminente desarrollo de una crisis. De esta forma, el aura les sirve de aviso y pueden tomar las precauciones oportunas.
La probabilidad de que un hijo de un paciente con epilepsia herede esta patología es muy baja.