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Tokyo 2020 | Piragüismo eslalon

Maialen Chourraut, la leyenda de las aguas bravas

CAROLINA MUNDI
3 min.

Bronce en Londres 2010, oro en Río de Janeiro 2016 y plata en Tokyo 2020. Maialen Chourraut es leyenda. La palista donostiarra se ha colgado la medalla de plata, la tercera a sus 38 años. Se debía una, a ella y a toda su gente, y ha cumplido su palabra. "Cumplido y más que cumplido", ha dicho emocionada tras terminar su limpia bajada sin penalizaciones.

El Centro de Eslalon de Kasai despertaba amenazado por el tifón que llega lentamente a Japón, pero donde más bravas son las aguas, más brava es Maialen. Su premio tiene nombre: Ane, su hija de ocho años, que permance lejos de sus padres -su marido y entrenador, Xabi, ha celebrado la victoria en Tokyo- mientras ve cómo su madre hace historia en el deporte español.

[La final de Maialen Chourraut, analizada a cámara lenta por Juan Martínez]

La carrera de Maialen es una carrera de fondo. Esa niña criada en Lasarte (Guipúzcoa) siempre tuvo curiosidad por los deportes. Allá por 1997, con tan sólo 14 años, se apuntó a cursillo de piragüismo en el club Atlético de San Sebastián. Le gustaba la ligereza del agua y remar por la Bahía de la Concha. Saborear esa sensación la llevó a querer crecer dentro de ese deporte, integrándose así en la sección de Piragüismo de uno de los clubes más emblemáticos de la ciudad guipuzcoana.

Abanderada de su tierra natal, Donostia, destacó con rapidez sumando medallas por todo el territorio nacional. Pero, España se le quedó pequeño y quiso dar el salto a Europa en 2004. Desembarcó en el continente haciendo historia: ganó la plata en su primer Campeonato de Europa Sub-23. Con su primer triunfo internacional, llegaron sus primeros obstáculos: entre 2004 y 2005, tuvo que enfrentarse a varias operaciones de hombro. Lejos de debilitarla, la hicieron más fuerte.

Bautismo olímpico

En 2008, saboreó el Olimpo del deporte cuando llegó a los Juegos de Pekín. Su bautismo olímpico le dejó un sabor de boca agridulce, entregándole la decimosexta posición. Una noticia que, en realidad, fue su trampolín para recoger los primeros frutos de su esfuerzo. En 2009, se hizo con la medalla de plata en el Campeonato del Mundo en La Seu D'Urgell y en 2011, consiguió el bronce.

Un año más tarde, consiguió su primera medalla olímpica en los Juegos de Londres 2012. Su objetivo era que la gente vibrase con su actuación en las aguas y que este deporte brillase con la luz que brilla ella. "Igual ahora pensarán que los de slalom también valemos lo nuestro y estoy muy contenta", decía cuando obtuvo el premio. Un sueño que llegó de la mano de otro: ser madre. Nació su pequeña Ane, su única hija junto a su entrenador y marido, Xabi Etxaniz.

La palista demostró que era capaz de compaginar la maternidad con la competición. Retomó su carrera en pleno ciclo olímpico, poco después de dar a luz, para ser leyenda. En 2016, llegó a Río de Janeiro y tocó el cielo ganando su primer oro olímpico.

La resaca del oro le dejó secuelas: vértigos y mareos diarios durante más de 12 meses. Llegaron dos años complicados para Maialen, que entrenó como pudo en lugar de tomarse un descanso. Dejó a un lado sus vacaciones y siguió luchando por recuperarse, hasta renacer como un ave fénix para quedarse a segundos del primer puesto en Tokyo 2020. Necesitaba probarse con las demás y lo ha conseguido. Hoy, celebra su victoria junto a los suyos después de entrenar duro. A sus 38 años, ni siquiera huele la retirada, sólo quiere seguir disfrutando de su pasión: las aguas bravas.

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