La selección de Holanda, la eterna subcampeona del mundo, llega a Brasil con el ánimo de satisfacer una triple revancha y quitarse una espina histórica.
1974, 1978 y 2010 son tres años grabados a fuego en la afición ‘oranje’. Es la deuda que el fútbol tiene con un país que ha dado grandes nombres para la historia. En la década de los setenta se quedaron sin premio los Cruyff, Neeskens y compañía, artífices de lo que se denominó el “fútbol total”. Alemania Federal y Argentina se lo impidieron.
Cuatro años atrás, en Sudáfrica, fue España la que impidió que se hiciera bueno el refrán de “a la tercera va la vencida”. Los que entonces eran jóvenes consagrados son ahora futbolistas maduros, pero con ganas de decir su última palabra y de decirla en voz alta.
Al frente del banquillo ya no está Bert van Marwijck, el hombre que se arrancó la medalla de plata del cuello en el Soccer City de Johanesburgo. Le sustituye Louis van Gaal, que aspira a emular a Vicente del Bosque como ganador de la Champions y el Mundial de fútbol.
Imponiendo su sello de fútbol práctico sin alardes, ha llevado a Holanda a una clasificación brillante en el Grupo D de Europa, con solo un empate ante Estonia en diez partidos como borrón. Los 34 goles dan una muestra del poderío ofensivo de los ‘tulipanes de hierro’.
El extécnico del Barça ha dado la licencia a veteranos como Stekelenburg, Mathijsen, Van Bronckhorst, Van Bommel o De Jong. Pero se mantienen sus principales estrellas, las que conforman el bloque atacante, que convierte a Holanda en una selección a temer por las defensas rivales. Robben, Sneijder, Van Persie y Huntelaar, que cumplen o rondan ya la treintena, tienen ganas de revancha en Brasil.