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Carlos Soria, el alpinista insistente

  • Cumple 73 años con el reto de completar los 14 picos más altos del planeta

  • Le faltan tres, y en unas semanas tratará de escalar el Annapurna

  • A su edad, es un caso excepcional de longevidad en la montaña

SAMUEL A. PILAR
5 min.

Dicen los hombres de mar que por debajo de los 40 grados de latitud sur no hay ley, pero que por debajo de los 50 grados no hay dios. Esta frontera marítima, más allá de la que se cuajan las feroces tormentas antárticas, tiene su equivalente en la montaña, cuyas cotas de 7000 y 8000 metros suponen el último peldaño antes de alcanzar un infierno donde apenas hay sitio para la cordura. Se trata de un territorio heroico que exige a sus visitantes un peaje excesivo; el de tener que llegar más allá del límite de sus propias fuerzas, aunque a cambio les permite acercarse tanto al cielo que pueden acariciarlo.

Con 73 años recién cumplidos, Carlos Soria ha perseguido estas cumbres desde que tiene uso de razón. Siempre ha sido por encima de todo un hombre de retos, y al de la montaña, que supone para él una obsesión permanente, se suma ahora el desafío de otro desnivel aún más vertiginoso: la inexorable cuesta abajo que impone la vejez. Pero en esta nueva lucha parece haber firmado una tregua con el paso del tiempo, gracias a que ha sabido emplear en ella la misma constancia y disciplina que le han acompañado durante su vida de alpinista.

Ya ha escalado once de los catorce ochomiles que existen, y se ha propuesto completar una gesta que solo han logrado hasta el momento 27 personas en el mundo. Aquellos que le conocen saben perfectamente que ascenderá a las tres cimas que le faltan, y que lo hará con más edad que nadie, contradiciendo las leyes de la naturaleza y del sentido común.

¿Cómo están tan seguros? Pues, para empezar, porque Carlos Soria goza de un estado de forma envidiable que le sitúa en las antípodas de la habitual imagen de septuagenario que uno tiende a formarse. Con el único secreto de los buenos genes, el ejercicio diario y una alimentación equilibrada, ha conseguido esquivar los zarpazos de la edad, a excepción de una inevitable fragilidad en las rodillas, ese punto débil obligado en todo cuerpo al que solo se da importancia cuando empieza a fallar.

Pero también porque adora a la montaña por encima de todas las cosas, y se aplica a ella con la destreza metódica y sosegada del amante crepuscular, que conoce hasta el último recoveco del cuerpo al que se enfrenta. Escalando, hace gala de una precisión de maquinaria suiza, y además cuenta con la ventaja de que, si vienen mal dadas, no entiende la retirada como una derrota, y ha sabido convertir esta prudencia sin complejos en su primera regla de supervivencia cuando se le agria el carácter a la montaña.

Sin embargo, su virtud más importante, aquello que realmente le permite desafiar todos los récords de longevidad en el alpinismo, es una tenacidad a prueba de bombas. Si no logra hacer cumbre, espera el tiempo que haga falta y vuelve a intentarlo, hasta que da con el momento adecuado. Para entender esta capacidad de perseverancia, basta con apuntar que en 2010 logró ascender al Manaslu a la quinta tentativa, 37 años después de haberlo atacado por primera vez. Su primer ochomil fue el Nanga Parbat, en 1990. Era su octavo intento de escalar un pico de más de 8000 metros. El Broad Peak cayó al sexto asalto, y será la quinta vez que desafíe al Dhaulagiri.

Annapurna y Dhaulagiri

En unas semanas, coincidiendo con la primavera, Carlos Soria viajará a Nepal para enfrentarse al Annapurna, uno de los picos más bellos del Himalaya, y sin duda el más peligroso. Inmediatamente después, si consigue domar al temible gigante, se dirigirá hacia el cercano Dhaulagiri, al que conoce mucho mejor y con el que además tiene una deuda pendiente, ya que allí se dejó la vida su amigo y compañero de expedición Pepe Garcés en 2001.

Carlos Soria es consciente de que regresar a su casa de Moralzarzal, en la Sierra de Madrid, con las dos cumbres bajo el brazo supondría una carambola maestra que depende en gran medida de la suerte, pero no renuncia a ella. Si lo consigue, ya solo le faltaría coronar el Kangchenjunga, una meta que podría alcanzar en la primavera de 2013, con 74 años.

Igual que los marineros al mar, Carlos Soria ama a la montaña en la misma medida en que le tiene respeto. Sabe de sus cambios de humor repentinos, y conoce su profunda violencia cuando se enoja. También sabe que solo podrá acceder a ella únicamente cuando ésta se lo permita, pero que cuando lo haga será tan generosa que le dejará acariciar el cielo por un instante.

Él es un pretendiente testarudo al que le sobra paciencia, y no desistirá hasta que la conquiste; hasta que complete el reto de los catorce ochomiles. Y lo conseguirá contradiciendo las leyes de la naturaleza y del sentido común, porque en teoría, solo en teoría, hace tiempo que dejó de tener edad para estas cosas.

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